El lunes nos visitaron sus Majestades los Reyes Magos de Oriente que venían a recoger nuestras cartas. Es siempre un momento de emoción y una mezcla de conversaciones, hipótesis y elucubraciones divertidas, pero también una buena escusa para leer y escribir de forma significativa y con entusiasmo.
Como cualquier secuencia que se precie en torno a un texto, lo primero es leer y documentarse con los mejores modelos del texto, en este caso concreto la carta.
Es cierto que cada vez escribimos menos cartas convencionales, pero esta en concreto no la dejamos pasar nunca.
Yo ya llevo años pidiendo a los Reyes que me las guarden después de leerlas para poder usarlas después con otras niñas y niños.
Pero si hay una carta que nunca falta en mi repertorio es una "carta literaria" que desde que la leí por primera vez nunca ha dejado de emocionarme y eso que ya he perdido la cuenta de las veces que la he reeleido. Se trata de la "Carta del abuelo a los Reyes Magos" de Juan Farias:
Melchor,
Gaspar y Baltasar. ¿Por qué no he de creerlo, hijo? Un amigo mío
les pidió la Luna reflejada en un charco y se la han traído.
Cuando yo tenía
seis años y era pobre, les pedí un juguete. Me trajeron el mar.
Papá, tan asombrado como yo, dijo: nunca había visto nada tan
grande ni tan divertido.
Otro año, les pedí
otro amigo y así seríamos siete, cinco en la cancha y dos en el
banquillo, por lo que pudiera pasar. Les pedí un amigo de un metro y
mucho de alto, todo un pívot.
Cuando vuelva a ser
niño, a la hora de pedir, en la noche de los prodigios, pediré que
me dejen tener un perro, que a mamá, el día 24 de todos los meses,
aún le queden dos panes en la despensa y que papá vuelva a casa y
sonría.
Cuando sea niño, a
la hora de pedir, pediré que los mapas políticos cambien por las
buenas, que cada uno pueda colorearlos como quiera, con los colores
que más le gusten y que todos quepan en el mismo libro.
Mi padre, hijo,
pedía los vientos de marzo, las lluvias de abril, las amapolas de
junio, ver madurar el trigo y que el alcalde fuese un hombre honrado.
Cuando sea niño, a
la hora de pedir, pediré motivos para cantar contento, que la niña
del pomar vuelva a sonreírme, que nazcas tú, pediré una canción,
una sonrisa y un beso, un amigo y, en todo caso, hijo, un vaso de
buen vino.
Cuando sea niño, a
la hora de pedir, pediré cosas que no se rompen, ni se oxidan, ni
aburren, cosas que se quedan en la memoria, en tanto vuelva a ir de
niño a viejo y para siempre, seguro que por los siglos de los
siglos. Amén.
Esta es la carta que
mi abuelo escribirá a los Reyes Magos cuando vuelva a ser niño.
Siempre me emociona,
y la leo dos veces, la primera, al tirón, la segunda, me voy parando
en los momentos que más me enternecen, por ejemplo, el párrafo de
"los vientos de marzo, las lluvias de abril..." como nieta
de agricultores me devuelve el recuerdo de cómo lloraba mi abuelo
ante una tormenta fuera de temporada que le dejaba con pérdidas
importantes en el sustento de todo el año.
"La luna
reflejada en un charco" y la importancia de dar valor a las
cosas mágicas que suceden a nuestro alrededor sin que seamos capaces
de admirarlas.
Analizamos lo que
papá y mamá hacen para que nosotros seamos felices, tengamos salud,
para conseguirnos la mejor vida posible.
Y al final la
propuesta es que como Juan Farias, nuestra carta de la escuela vaya
cargada de peticiones a los Reyes Magos de cosas que no se rompen, ni
se oxidan, ni aburren y para las que no necesitamos dinero.
Al final nuestras
cartas van cargadas de deseos como estos:
Necesito estar con
mi familia y darnos amor
Quiero que me
traigáis el espacio para mi
Quiero que mi madre
pueda descansar
Os pido mi corazón
con la luna
Ayuda de todo
corazón
Que mi madre haga la
comida bien
Quiero que la gente
se respete
Quiero para mi mami la luna reflejada en el mar
Que no vean los
niños y las niñas tanto la tele
Quiero la felicidad,
la paz, la luna y el agua.
Quiero en la noche
de los regalos conocer el espacio
Que mi padre llegue
antes.
Quiero la luna y el
sol me inspira también.
Que la diabetes para los niños diabéticos desaparezca
Quiero cantar para
mi familia.
Para mis seños un
buen saludo.
Pido la paz para mi
familia
Que nunca haya
guerras
La noche de los
prodigios yo pido la paz y el amor
Quiero la playa par
a mis titos
Que me regaléis ver
a Leonardo da Vinci
Aunque algunos no se resisten a pedir algo más material:
Un viaje en avión a París
e incluso lo argumentan de maravilla:
Quiero todos los regalos, cuando juego me tranquilizo
Al final, lo importante es que intentamos mantener en nuestra infancia la ilusión por un mundo mejor y desde luego lo disfrutaron a tope.
No hay comentarios:
Publicar un comentario